Una mejor sustancia en los cielo

En la Escritura Sagrada base de este mensaje, la palabra sustancia significa herencia, bienes o posesiones. San Pablo se refiere a esto, pues dice: “…el robo de vuestros bienes padecisteis con gozo, …”; hablando de esto y apoyado en el conocimiento que tenían los hermanos Hebreos convertidos al evangelio, les menciona los bienes eternos a los cuales llama “una mejor sustancia”: “…conociendo que tenéis en vosotros una mejor sustancia en los cielos, y que permanece.” 

San Pablo sintetiza algunas situaciones adversas que había vivido la iglesia Hebrea, mismas en que fue probada su fe: “Empero traed á la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sufristeis gran combate de aflicciones: Por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra parte hechos compañeros de los que estaban en tal estado. Porque de mis prisiones también os resentisteis conmigo, …” Hebreos 10:32-34. 

Ante tales vivencias el apóstol asevera que esta iglesia, en medio de su adversidad, mostró confianza, paciencia y el cumplimiento de la voluntad de Dios, exhortándoles a seguir con tesón, hasta alcanzar la promesa: “No perdáis pues vuestra confianza, que tiene grande remuneración de galardón: Porque la paciencia os es necesaria; para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.” Hebreos 10:35- 36. Por otro lado eso afirmó también su fidelidad, firmeza y perseverancia en la gracia de Dios y en la certeza que tenían del segundo advenimiento de Cristo: “Porque aun un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Ahora el justo vivirá por fe; mas si se retirare, no agradará á mi alma. Pero nosotros no somos tales que nos retiremos para perdición, sino fieles para ganancia del alma.” Hebreos 10:37-39. 

Tener riquezas o posesiones materiales en esta vida, es factible, sin embargo, el mal está, cuando se pone el corazón en los bienes terrenales. Jesús refiere una parábola: “… La heredad de un hombre rico había llevado mucho; Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde juntar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis alfolíes, y los edificaré mayores, y allí juntaré todos mis frutos y mis bienes; Y diré á mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, huélgate. Y díjole Dios: Necio, esta noche vuelven a pedir tu alma; y lo que has prevenido, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico en Dios.” San Lucas 12:16-21. Después de presentar esta parábola, Jesús enseñó a sus discípulos sobre las cosas que son más importantes que la comida y el vestido, como lo es la vida misma y el procurar el reino de Dios: “Y dijo á sus discípulos: Por tanto os digo: No estéis afanosos de vuestra vida, qué comeréis; ni del cuerpo, qué vestiréis. …No temáis manada pequeña; porque al Padre ha placido daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.” San Lucas 12:22- 34. 

Definitivamente los bienes celestiales son la herencia que Dios ha dispuesto para todos los abarcados en su gracia por la misericordia de Dios; San Pedro así lo afirma cuando dice: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos ha regenerado en esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, Para una herencia incorruptible, y que no puede contaminarse, ni marchitarse, reservada en los cielos.” 1ª Pedro 1:3-4. 

Es por esto que la iglesia ha recibido la instrucción, siendo orientada por la palabra de Dios para alcanzar la mejor sustancia en los cielos; los cristianos de Corinto recibieron esta palabra: “No mirando nosotros á las cosas que se ven, sino á las que no se ven: porque las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas.” 2 Corintios 4:18. La iglesia de los Filipenses fue afirmada en el anhelo de aquel bien celestial: “Mas nuestra vivienda es en los cielos; de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;” Filipenses. 3:20. En el mismo tenor San Pablo exhortó a la iglesia de los Colosenses diciendo: “Si habéis pues resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” Colosenses 3:1-2. 

La mira, búsqueda y esperanza de los antiguos, estuvo bien definida: Aun cuando poseían bienes materiales en abundancia, buscaban lo celestial. San Pablo escribe a la iglesia Hebrea, diciendo: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir por heredad; y salió sin saber dónde iba. Por fe habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en cabañas con Isaac y Jacob, herederos juntamente de la misma promesa: Porque esperaba ciudad con fundamentos, el artífice y hacedor de la cual es Dios. Conforme á la fe murieron todos éstos, sin haber recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas, y confesando que eran peregrinos y advenedizos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan á entender que buscan una patria. Que si se acordaran de aquella de donde salieron, cierto tenían tiempo para volverse: Empero deseaban la mejor, es á saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos: porque les había aparejado ciudad.” Hebreos 11:8-16. 

Demos prioridad a las cosas de arriba, donde están nuestros bienes eternos, si algún día sufres el despojo de tus bienes materiales, recuerda: Tienes una mejor sustancia en los cielos, eterna; si en esta vida terrena no logras almacenar bienes, tu fidelidad será premiada cuando obtengas la herencia incorruptible reservada más allá del sol. Dios te bendiga.