Salmo 124:1
En esta ocasión haré referencia al cántico en el que el rey David llama al pueblo de Israel a dar reconocimiento a Jehová Dios, diciendo: “A no haber estado Jehová por nosotros, Diga ahora Israel;”.
En su canción expresó la necesidad de que el pueblo proclamara la intervención de Jehová a su favor, así como del beneficio obtenido. Una declaración muy particular en la que hace mención al tiempo en que, con furia e ira exaltada, se levantaron contra ellos los hombres. Se trata de una situación durante la cual el pueblo vivió el peligro y riesgo de sucumbir cuando sus enemigos arremetieron contra ellos, con una fiereza tal que el rey los comparó con las aguas que inundan y con la impetuosa corriente que arrastra el alma. Las “aguas soberbias”, fue el adjetivo con el que calificó a los que se levantaron contra ellos para hacerles fenecer. Porque Jehová fue por ellos, los malos no los tragaron vivos: “A no haber estado Jehová por nosotros, Cuando se levantaron contra nosotros los hombres, Vivos nos habrían entonces tragado, Cuando se encendió su furor en nosotros. Entonces nos habrían inundado las aguas; Sobre nuestra alma hubiera pasado el torrente: Hubieran entonces pasado sobre nuestra alma las aguas soberbias.” Salmo 124:2-5.
David enalteció a Jehová y ejemplificó la grave situación que vivieron, mediante dos figuras: La primera, la de una presa y la fiera que le devora con sus dientes; la segunda, el ave que escapa del lazo de los cazadores logrando evadir la muerte: “Bendito Jehová, Que no nos dió por presa á sus dientes. Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores: Quebróse el lazo, y escapamos nosotros.” Salmo 124:6-7.
El Todopoderoso impartió socorro divino a Israel librándolo de la mano de sus enemigos y le dio vida en la acechanza de muerte. En el concepto del rey David, la expresión “A no haber estado Jehová por nosotros” significa que el auxilio del Omnipotente los favoreció: “Nuestro socorro es en el nombre de Jehová, Que hizo el cielo y la tierra.” Salmo 124:8.
En el testimonio de las Sagradas Escrituras aprendemos que los hijos de Dios siempre han sido favorecidos por el Todopoderoso. Carísimos hermanos, en el ejercicio de nuestra fe y esperanza vivamos el maravilloso testimonio de nuestro buen Padre Celestial mediante oraciones y ayunos; en la meditación de la palabra del Señor y todo hábito piadoso, experimentemos la fortaleza y escudo del Señor: “Bendito Jehová, Que oyó la voz de mis ruegos. Jehová es mi fortaleza y mi escudo: En él esperó mi corazón, y fuí ayudado; Por lo que se gozó mi corazón, Y Y con mi canción le alabaré.” Salmo 28:6-7.
Sirvamos al Señor con la convicción de que en Él está nuestra ayuda para sortear el tiempo malo, el de la adversidad, de tribulación, de prueba. Sus misericordias y sus consolaciones darán sazón de alegría y felicidad a nuestra vida, tal como lo expresó otro de los poetas de Israel: “Si no me ayudara Jehová, Presto morara mi alma en el silencio. Cuando yo decía: Mi pie resbala: Tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba. En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, Tus consolaciones alegraban mi alma.” Salmo 94:17-19. Iglesia del Señor: Adelante ¡El Señor Todopoderoso está por nosotros!
Dios os bendiga