San Marcos 6:50
Apreciable Iglesia de nuestro Señor Jesucristo: Os saludo con la paz de Dios. En el nombre de Jesucristo, comparto con ustedes el mensaje de la palabra de Dios. En el Santo Evangelio según San Marcos se relata el momento difícil en el que se encontraban los discípulos del Señor, navegando hacia Bethsaida en medio de una tempestad con el cansancio de remar y controlar el barco y la constante lucha contra las olas por los fuertes vientos que embravecían la mar; vino Jesús a ellos de noche, caminando sobre las aguas: “Y los vió fatigados bogando, porque el viento les era contrario: y cerca de la cuarta vigilia de la noche, vino á ellos andando sobre la mar, y quería precederlos. Y viéndole ellos, que andaba sobre la mar, pensaron que era fantasma, y dieron voces;” San Marcos 6:48-49. Los apóstoles, al ver tal maravilla de Jesús, se turbaron tanto que comenzaron a dar voces pues no alcanzaron a reconocer a Jesucristo en medio de la tempestad; el miedo los turbó, de allí el motivo de las palabras del Señor infundiendo aliento para que ellos confiaran en su poder: “Porque todos le veían, y se turbaron. Mas luego habló con ellos, y les dijo: Alentaos; yo soy, no temáis” San Marcos 6:50. Estas palabras dirigidas a los apóstoles tuvieron como finalidad que ellos le reconocieran y así obraran en los navegantes la confianza para saber y entender que Dios estaba protegiéndoles y ayudándoles, que no iban solos, pues la palabra de Dios nos dice que solamente Dios tiene potestad sobre la bravura de la mar. “Tú tienes dominio sobre la bravura de la mar: Cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas” Salmo 89:9.
El miedo es parte de la naturaleza del ser humano, más aun ante situaciones desconocidas o cuando el hombre no tiene control sobre estas, eso lleva a la persona a dudar, lo cual aconteció cuando el apóstol Pedro pidió al Señor que le concediera ir hasta donde él se encontraba: “Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si tú eres, manda que yo vaya á ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro del barco, andaba sobre las aguas para ir á Jesús. Mas viendo el viento fuerte, tuvo miedo; y comenzándose á hundir, dió voces, diciendo: Señor, sálvame. Y luego Jesús, extendiendo la mano, trabó de él, y le dice: Oh hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” San Mateo 14:28-31. Cuando ellos entraron al barco, el viento se sosegó y los que estaban en el barco adorándole, dijeron: “…Verdaderamente eres Hijo de Dios” San Mateo 14:32-33.
La presencia de Dios brinda seguridad y confianza a su pueblo en medio de la aflicción, echando fuera dudas y temores, llevando al cristiano a reconocer que Dios obra en todo a favor de sus hijos; el profeta Isaías así lo declara cuando dirige palabras de confianza a su pueblo Israel: “No temas, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” Isaías 41:10. Por su parte, el profeta Jeremías resalta al hombre que confía en Jehová, pues dice: “Bendito el varón que se fía en Jehová, y cuya confianza es Jehová…” Jeremías 17:7-8. Ese sentimiento de miedo fue el que también invadió al mozo del profeta Eliseo, cuando el ejército del rey de Siria les cercó queriendo prender al profeta “… Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?” 2 Reyes 6:15. En el profeta Eliseo obraba una plena confianza en el Señor y la protección divina a su favor, lo cual se refiere en sus palabras al mozo: “Y él le dijo: No hayas miedo: porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Ruégote, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del mozo, y miró: y he aquí que el monte estaba lleno de gente de á caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.” 2 Reyes 6:16-17.
Al considerar el poder de Dios a favor de sus hijos, y cómo el Señor quiere que su pueblo confíe en él, nuestra alma toma aliento y con seguridad entendemos que se cumplirá lo que está escrito en su palabra: “Porque no dejará Jehová su pueblo, Ni desamparará su heredad; … Si no me ayudara Jehová, Presto morara mi alma en el silencio. Cuando yo decía: Mi pie resbala: Tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba. En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, Tus consolaciones alegraban mi alma” Salmo 94:14-19. El pueblo de Dios siempre vivirá confiado en las palabras que expresó nuestro Señor Jesucristo antes de ascender al cielo, mismas que son vigentes hasta el día de hoy: “… y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” San Mateo 28:20.
El Testigo de la Fe Apostólica Enero 2021