Ejercitando la piedad

 Ejercitando, del verbo ejercitar, que alude a una práctica continua en algún acto para adiestrarse en la ejecución de algo. 
Piedad: Virtud que inspira devoción y actos de abnegación hacia las cosas sagradas. 

Se pudiera pensar que el Apóstol San Pablo, al usar un lenguaje de esta naturaleza, está invitando a Timoteo a ejercer ciertos hábitos corporales con el fin de mantener una mejor forma física, pero no es así, más bien da a entender que si para obtener un buen desempeño físico se requiere de ejercicio y esfuerzo sometiéndose a un régimen estricto de vida, con mayor razón lo será en la vida espiritual. Para lograr una excelente formación espiritual se requiere de mayor esfuerzo y sacrificio, puesto que se cultivan valores eternos en Dios. Para conservar nuestro tabernáculo, que es templo del Espíritu Santo, en óptimas condiciones, para mantener la relación con el Señor y estar seguros de obtener las promesas de vida eterna en el cielo, se requiere entrega total a una vida santa; se necesita mucho esfuerzo, devoción, abnegación, y todo esto implica sacrificio porque hay que encontrar el tiempo y el espacio para realizar las actividades de piedad, lo cual sin duda será el resultado del amor a Dios sobre todas las cosas, mismo que nos lleva a una ferviente adoración a nuestro Dios. 

El cristiano sabe que el templo es un lugar sagrado, a donde acuden los hijos de Dios a rendirle adoración; lugar de Sacrificio que recibió el Señor cuando se hizo el ofrecimiento, bajo la Invocación del nombre de Jesucristo, para dedicarlo. (2º Crónicas 7:5) Es allí donde sus hijos son saciados del bien de su casa, su santo templo. (Salmo 65:4). Para estar ahí tributando loor, alabanza y gloria al Dios de los cielos, hay que sentir devoción; y para todas estas acciones se requiere abnegación, renunciando a ciertos intereses personales y materiales que le permiten lograr este objetivo. 

La piedad nace del supremo amor a Dios. Para encontrar el tiempo propio y dedicarlo para leer la Biblia, que es la palabra de Dios, se necesita voluntad, amor; sentir la necesidad de alimentar el alma con esa sabia viva. Obviamente esto es un acto piadoso y en este ejercicio el cristiano saborea las mieles que ella contiene, el manjar glorioso. En la lectura de la Biblia, nos habla Dios; por eso los hombres y mujeres piadosos de todos los tiempos lo hacían y sentían deleite en su contenido (Salmo 119:97-103) Así lo expresó David. Y no sólo en la antigüedad existió este hábito piadoso, ya que en el tiempo de gracia San Pablo le dice a Timoteo: “Entre tanto que voy, ocúpate en leer…” 1 Timoteo 4:13. La escritura tiene cosas mucho muy útiles para la vida en Dios, pero para obtenerlas hay que ocuparnos de su lectura diaria. 

Dedicar tiempo a la oración. Es algo que también implica sacrificio, puesto que hay que organizar (prescindir de) algunos quehaceres ordinarios para ocuparnos de la oración, entendidos de que estos son los actos de la persona piadosa. David organizó muy bien su tiempo y de manera devocional oraba a Dios. “Tarde y mañana y á medio día oraré y clamaré; Y él oirá mi voz.” Salmo 55:17. ¿Qué diremos del Divino Maestro? Como humano, sintió la necesidad de orar. “Y levantándose muy de mañana, aun muy de noche, salió y se fué á un lugar desierto, y allí oraba.” San Marcos 1:35. ¿Por qué ese deseo de orar? Porque así nos comunicamos con Dios, son los deseos y las alegrías del alma que se elevan a Dios. 

El ayuno, es otra de las actividades inherentes a la piedad. Ana se distinguía por ser una mujer piadosa: “…Y era viuda de hasta ochenta y cuatro años, que no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.” San Lucas 2:36-37. Hasta el día de hoy, todas estas actividades las ejerce el cristiano, por ningún motivo debemos dejarlas de lado y, si alguno de nosotros nos hemos olvidado, retomemos con devoción esta práctica piadosa. 

Son estos, días de reflexión; la Iglesia, con tristeza, se encontró con que de pronto fueron suspendidas las actividades en los templos; mas esto dio lugar a que en cada hogar cristiano se desarrollen los ejercicios de piedad y, mediante actividades devocionales, se ofrezcan presentes, sacrificios y holocaustos al Señor del cielo, con el firme propósito de mantener el fuego encendido (Levítico 6:12-13). Ahí canta la familia, ora, lee la Biblia junto con sus hijos, depositan sus ofrendas, sus diezmos. Así ha continuado el curso de la actividad de la Iglesia. ¡Qué bueno es el Señor! A Él sea la honra y la alabanza por siglos de siglos, Amén. Sigamos, hermanos, practicando la piedad. Dios os bendiga 

El Testigo de la Fe Apostólica Enero 2021