1 Juan 3:6
El apóstol Juan escribe en esta Carta Universal a la Iglesia redimida por el Señor, aseverando que cualquiera que permanece en Jesucristo, no peca, y quien peca, no le ha visto ni tampoco le ha conocido; y agrega advirtiéndoles, que nadie los confunda, porque para el cristiano es incuestionable que el que hace justicia muestra el carácter del que lo llamó, que es justo: “Hijitos, no os engañe ninguno: el que hace justicia, es justo, como él también es justo.” 1 Juan 3:7. Esta forma de vida o carácter lo identifica con el Señor puesto que ha nacido de Dios y por lo tanto no puede pecar. “Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado, porque su simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” 1 Juan 3:9. Concuerdan las palabras que finalmente escribe San Juan en esta carta, cuando enseña: “Sabemos que cualquiera que es nacido de Dios, no peca; mas el que es engendrado de Dios, se guarda a sí mismo.”
Quien tiene esta convicción, por la obra de Cristo y el conocimiento de la gloriosa esperanza de verle como Él es, esto lo incentiva a una vida santa y limpia. “MIRAD cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios: Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce á él. Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es. Y cualquiera que tiene esta esperanza en él, se purifica, como él también es limpio. Cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; pues el pecado es transgresión de la ley.” 1 Juan 3:1-4. Todo creyente hallará en aquél que apareció para quitar nuestros pecados, a saber Cristo, el ideal para no pecar. “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.” 1 Juan 3:5
La razón para permanecer en Él y no pecar, la hallaremos al valorar el sacrificio hecho por Jesús en el madero; el apóstol San Pedro instruye a los cristianos esparcidos en Asia sobre la obra redentora de Jesús haciendo de nosotros una nueva criatura que vive en justicia y por ende, muertos al pecado.“ 1 Pedro 2:24.
Explicó también el apóstol Juan que el creyente ha conocido el amor de Dios, lo ha experimentado por ello es perfecto en él; esto lo identifica como un verdadero hijo de Dios, dándole el conocimiento de que como él es, así somos nosotros en este mundo; es decir, debemos ser tal como nuestro Padre es para confirmar que permanecemos en él: “Carísimos, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.” 1 Juan 4:7. “En esto conocemos que estamos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu… Cualquiera que confesare que Jesús es el Hijo de Dios, Dios está en él, y él en Dios.” 1 Juan 4:13-15. Y posteriormente señala: “En esto es perfecto el amor con nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.” 1 Juan 4:17.
La enseñanza de San Juan fue muy amplia, declarando que el cristiano al guardar la palabra la caridad de Dios está perfecta en él, manifestándose en ello que permanece en Dios; agrega diciendo que el que está en Él su vida la vive de acuerdo a la vida que vivió Jesús. “Mas el que guarda su palabra, la caridad de Dios está verdaderamente perfecta en él: Por esto sabemos que estamos en él. El que dice que está en él, debe andar como él anduvo.” 1 Juan 2:5-6.
La Iglesia redimida ha sido instruída a perseverar en la gracia apartada del pecado. (Romanos 6:1-2). San Pablo a los hermanos de Roma, les enseñó que han muerto al pecado mas viven a Dios en Cristo por lo que el pecado no debe reinar en ellos para obedecerle en sus concupscencias ni para servir como un instrumento de iniquidad, antes bien, su cuerpo en el servicio a Dios como instrumento de justicia. “Así también vosotros, pensad que de cierto estáis muertos al pecado, mas vivos a Dios en Cristo Jesús Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, para que le obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado por instrumentos de iniquidad; antes presentaos a Dios como vivos de los muertos, y vuestros miembros a Dios por instrumentos de justicia.” Romanos 6:11-13.
“Permanecer en Cristo” fue el mensaje que San Pablo entregó a la Iglesia, según constata el escritor de la carta a los Hebreos, exponiendo lo siguiente: “… Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice Hoy; porque ninguno de vosotros se endurezca con engaño de pecado: Porque participantes de Cristo somos hechos, con tal que conservemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza;” Hebreos 3:13-14.El Señor Jesucristo nos llama a conservarnos en él, permaneciendo en su amor y guardando sus mandamientos, llevando fruto para gloria de su nombre, porque sin él nada podemos hacer, esto lo enseñó diciendo: “Estad en mí, y yo en vosotros…. El que está en mi y yo en él, este lleva mucho fruto; porque sin mi nada podéis hacer.” San Juan 15:4-5. Estimados hermanos: Tenemos una vocación santa, disfrutamos la convicción de que somos hijos de Dios y es por lo mismo que no debemos pecar ni dar lugar al descuido espiritual que nos puede alejar de la fuente de vida y salud.
Hagamos todo lo que corresponde a la vida piadosa permaneciendo en Cristo como enseñó el apóstol Pedro, que siendo partícipes de la naturaleza divina hemos huído de la corrupción que está en el mundo: “Como todas las cosas que pertenecen á la vida y á la piedad nos sean dadas de su divina potencia, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por su gloria y virtud: Por las cuales nos son dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas fueseis hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo huído de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia. … Por lo cual, hermanos, procurad tanto más de hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será abundantemente administrada la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” 2 Pedro 1:3-11.
Dios los bendiga y guarde hasta el día de su venida.