
“Pero éste, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, está sentado á la diestra de Dios.” Hebreos 10:12.
Sacrificio: Expiación, muerte.
La redención es un acto de canje más noble que una sencilla compra. La compra es la adquisición de algo que no se ha tenido; en cambio, la redención es dar para recuperar algo que se considera valioso. El valor que se entrega depende de dos factores principales: el valor físico de lo que se quiere recuperar, además de su valor estimativo. Ello representa un mayor sacrificio del que redime.
A lo largo de la historia de la humanidad Dios ha querido recuperar lo que se perdió en el Edén. Todas sus acciones han sido encaminadas a recuperarlo de las garras de aquel que con engaños cautivó sus almas, que eran propiedad del Creador. Como está escrito: “De consiguiente, vino la reconciliación por uno, así como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y la muerte así pasó á todos los hombres, pues que todos pecaron.” Ro. 5:12.
¿Qué tan valiosas son las almas para el Creador? David, el rey de Israel, se lo preguntó también diciendo: “… ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, que lo visites?” Sal. 8:4. El Apóstol San Pablo responde a esta pregunta de la siguiente manera: “Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo; por gracia sois salvos.” Ef. 2:4-5.
Queda manifiesto que las almas son de un grande valor para Dios, por lo que el precio que se debía entregar a cambio fue también incalculable; si la prenda es de mucho valor estimativo, entonces no podía redimirse con cosas sencillas. El Apóstol San Pablo lo declara así a los hermanos Hebreos: “Diciendo arriba: Sacrificio y presente, y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron, (las cuales cosas se ofrecen según la ley,) Entonces dijo: Heme aquí para que haga, oh Dios, tu voluntad. Quita lo primero, para establecer lo postrero. En la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez. Así que, todo sacerdote se presenta cada día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados: Pero éste, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, está sentado á la diestra de Dios.” He. 10:8-12.
Para alguien tal vez parecería algo simple, pero no lo fue. Para muchos la redención es gratis, pero en realidad no lo fue. El precio que se pagó en la cruz del calvario por nuestras almas es incalculable; pareciera que fue solo un sacrificio de unas horas, pero en realidad los planes de redención ya estaban ordenados en las edades eternas: “Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo, hecho de mujer, hecho súbdito á la ley, Para que redimiese á los que estaban debajo de la ley, á fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” Gál 4:4-5.
Esas horas de angustia, de dolor, de pasión infinita que el Cordero de Dios vivió en ese día, no fueron sencillas. Allí, minuto a minuto, su agonía iba en aumento; solo moralmente, maltratado, herido y vituperado en manos de la potestad de las tinieblas, allí cargó el pecado de todos nosotros: su angustia se tradujo en gozo nuestro, su llaga fue nuestra sanidad, su muerte fue nuestra vida, su sacrificio nos brindó la oportunidad de volver al hogar paterno, no como siervos sino como hijos y muy amados por cierto.
Dios les bendiga.
El Testigo de la Fe Apostólica Marzo 2014