Escogió ser del pueblo de Dios

Hebreos 11:25

Escoger.– Tomar o elegir una o más cosas o personas entre otras. 
Ser.– Pertenecer o formar parte de algo. 
Pueblo.– Conjunto de personas de un lugar, región o país. 

Estimados y muy apreciables hermanos: Encontramos en la bendita palabra de Dios el mensaje que el Apóstol San Pablo escribe a los hermanos de la iglesia Hebrea. El contenido de este capítulo trata acerca de la fe y menciona a hombres santos que formaron parte del pueblo que le sirve a Dios; y aunque cada uno vivió en épocas diferentes, ellos guardaron en su corazón esta bendición. 

Se narra la acción positiva que tomó Moisés. Los primeros años de su vida los vivió en el palacio de Faraón en medio de riquezas y de los tesoros de los egipcios, teniendo una vida de esplendor y comodidad; sin embargo, escogió ser parte del Pueblo de Dios siendo afligido, que gozar de comodidades temporales: “Por fe Moisés, hecho ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón; Escogiendo antes ser afligido con el pueblo de Dios, que gozar de comodidades temporales de pecado. Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los Egipcios; porque miraba á la remuneración.” Hebreos 11:24-26. Son muchas las razones que llevan al ser humano a tomar la decisión de formar parte del pueblo de Dios y una de ellas es que se den cuenta de que quienes servimos a Dios, gozamos de muchos beneficios: Se halla en Dios la paz, recibimos el amor de Dios, la tranquilidad, la bendición, la protección y la grande esperanza que un día, este conglomerado Santo y puro que sirve a Dios aquí en la tierra, vivirá eternamente en el Reino de nuestro Señor Jesucristo. En las Sagradas Escrituras encontramos las palabras que Moisés declaró al pueblo de Israel “Porque ¿qué gente grande hay que tenga los dioses cercanos á sí, como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?” Deuteronomio 4:7. Por esto, las almas que forman parte del pueblo de Dios, siendo llamados, se han dispuesto a dejar todo para seguir al Señor no importando dejar tierras, comodidades, riquezas, familias, heredades, porque saben que lo que dejan atrás, un día lo van encontrar en las moradas eternas en el reino de Dios. Tenemos el ejemplo del Gran patriarca Abraham cuando fue llamado de parte de Dios “EMPERO Jehová había dicho á Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, á la tierra que te mostraré;” Génesis 12:1. Posteriormente San Pablo hace mención de la fe del Patriarca: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir por heredad; y salió sin saber dónde iba. Por fe habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en cabañas con Isaac y Jacob, herederos juntamente de la misma promesa: Porque esperaba ciudad con fundamentos, el artífice y hacedor de la cual es Dios.” Hebreos 11:8-10. 

En la bendita palabra de Dios encontramos que por alguna situación de la vida, hay algunos que no siendo del pueblo de Dios, llegan a formar parentesco de familia con gente que sí lo es y el testimonio bíblico acerca de Ruth La Moabita es uno de ellos. Ella vivió en el seno de una familia que formaba parte del pueblo de Dios y pudo experimentar esa vida tan hermosa que es habitando al amparo del Dios Todopoderoso, de tal manera que al quedar viuda y sola, no quedó en el desamparo. Noemi su suegra decide regresar a Beth-lehem y le da a escoger su camino. Mas la elección tan maravillosa que obró en el corazón de Ruth, se plasma en sus palabras: “Y Ruth respondió: No me ruegues que te deje, y que me aparte de ti: porque donde quiera que tú fueres, iré yo; y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada: así me haga Jehová, y así me dé, que sólo la muerte hará separación entre mí y ti.” Ruth 1:16-17. El pueblo cristiano guarda en lo más profundo de su corazón la razón de su felicidad y grande alegría, ya que antes de venir a Cristo vivíamos como seres vacíos de Dios y sin quien nos diera la bendición del amor: “Vosotros, que en el tiempo pasado no erais pueblo, mas ahora sois pueblo de Dios; que en el tiempo pasado no habíais alcanzado misericordia, mas ahora habéis alcanzado misericordia.” 1 Pedro 2:10. Por ello expresamos ¡¡Bendito sea Dios nuestro Señor!! porque muchos de nosotros nacimos lejos y ajenos al conocimiento de la existencia de un Dios tan bueno y tan misericordioso, que nos llamó y nos salvó por medio de su Santo Evangelio, el cual se nos predicó y entendiendo aceptamos su palabra, pasando así a pertenecer a un pueblo santo “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas á todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, á los que creen en su nombre: Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios.” San Juan 1:11-12. 

Ahora vivimos la paz que nunca tuvimos, disfrutamos el amor que siempre deseábamos tener y que nadie nos lo pudo dar, además, contamos con el abrigo del Ser Divino que es nuestro Señor Jesucristo, el cual nos ofreció la opción de ser no solamente parte de su pueblo, sino hijos de Dios. El apóstol de los Gentiles, San Pablo, habló a la iglesia en Filipos acerca de su convicción de seguir el camino de Cristo habiendo dejado todas las cosas que anteriormente vivía: “Pero las cosas que para mí eran ganancias, helas reputado pérdidas por amor de Cristo. Y ciertamente, aun reputo todas las cosas pérdida por el eminente conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y téngolo por estiércol, para ganar á Cristo” Filipenses 3:7-8. La experiencia vivida en su conversión lo determinó a seguir a Cristo. 

A todos mis amados hermanos que forman parte del reino santo de Dios aquí en la tierra, puedo decirles que ninguno de ustedes se ha equivocado al tomar esta grande decisión, al haber escogido pertenecer al Pueblo de Dios aceptando a Jesucristo como su Salvador; y aunque pasen los años y vengan muchas dificultades, aunque el mundo nos desprecie, tengan ustedes muy firme en su corazón la certeza de que allá en el cielo está el Cristo Glorioso y con su ayuda nosotros estaremos allá con Él. Así mismo dirijo un breve mensaje a los hijos de las familias cristianas que aún no han tomado la decisión de seguir a Cristo, a nuestras queridas amistades que en calidad de visitantes nos acompañan y que también más de alguna vez han sido objeto de una bendición de Dios; a ustedes que han tenido la oportunidad de oír y leer los mensajes de la palabra de Dios, los invitamos a que hagan la elección más importante de su vida: La de ser y formar parte del pueblo de Dios y juntamente con nosotros ir al Reino Celestial cuando Cristo venga por su iglesia. Dios les Bendiga y los guarde.

El Testigo de la Fe Apostólica Noviembre 2020