1 de Juan 4:1
Muy estimados hermanos, que la paz y gracia de nuestro Dios sea con todos ustedes. En el nombre de Jesucristo y con su gloriosa ayuda entrego la enseñanza de la palabra de Dios. En la Escritura de base encontramos el consejo de Dios, a través de San Juan Apóstol, dirigido a la Iglesia redimida, señalando la necesidad de que el cristiano examine los espíritus, si son de Dios: Que no acepte como verdad lo que no es; que no crea todo lo que se argumente como de Dios, si no procede de él, explicándoles que muchos falsos profetas son salidos del mundo y que no predican la verdad; los identifica como aquellos que no confiesan que Jesucristo es venido en carne, y quienes tienen ese espíritu para creer así, les explica que ese es el espíritu del anticristo y por lo tanto, no es de Dios.
La explicación de San Juan es tan amplia y exacta que establece al hijo de Dios en la importancia del discernimiento de la verdad, en la seguridad de saber que somos de Dios, y declara: “Nosotros somos de Dios: el que conoce a Dios, nos oye: el que no conoce a Dios, no nos oye. Por esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error”. 1 Juan 4:6. Y como parte esencial de la doctrina cristiana, reafirma San Juan la enseñanza de que la obra de Cristo y el testimonio de Dios en el corazón de cada creyente, son motivo de seguridad para permanecer en la verdad de Jesucristo. “El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo: … este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida: el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas he escrito á vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” 1 Juan 5:10-13. Además, les escribe diciendo, que los que hemos creído en el Señor tenemos entendimiento para conocer al que es verdadero; el Señor Jesucristo, él es el verdadero Dios y la vida eterna: “Sabemos que somos de Dios, y todo el mundo está puesto en maldad. Empero sabemos que el Hijo de Dios es venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero: y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.” 1 Juan 5:19:20. La enseñanza que recibe la Iglesia es para no aceptar la astucia de los engañadores, falsos profetas, que tienen otra doctrina, que no es la doctrina de Cristo: “Porque muchos engañadores son entrados en el mundo, los cuales no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este tal el engañador es, y el anticristo. Mirad por vosotros mismos, porque no perdamos las cosas que hemos obrado, sino que recibamos galardón cumplido. Cualquiera que se rebela, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene á Dios: el que persevera en la doctrina de Cristo, el tal tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene á vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡bienvenido! Porque el que le dice bienvenido, comunica con sus malas obras.” 2 Juan 7-11.
El conocimiento que tiene el hijo de Dios le permite escudriñar y saber con certeza lo que es de Dios, su doctrina, los principios establecidos para la vida de justicia en este reino de gracia; no puede confundirse porque tiene sabiduría del Espíritu acerca de los principios que dispone Dios para su pueblo y esto enseña el apóstol San Juan, cuando dice: “Y este es el mensaje que oímos de él, y os anunciamos: Que Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas.” 1 Juan 1:5, de tal manera que San Juan confirma esta enseñanza a los hermanos para que sigan el camino de justicia, porque sólo así evidencian que han nacido de Dios; y los previene para no dejarse engañar por la doctrina de los que se rebelan, a quienes llamó anticristos: “… así también al presente han comenzado á ser muchos anticristos; … Salieron de nosotros, mas no eran de nosotros; porque si fueran de nosotros, hubieran cierto permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que todos no son de nosotros. Mas vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino como á los que la conocéis, y que ninguna mentira es de la verdad. … Os he escrito esto sobre los que os engañan. Pero la unción que vosotros habéis recibido de él, mora en vosotros, y no tenéis necesidad que ninguno os enseñe; mas como la unción misma os enseña de todas cosas, y es verdadera, y no es mentira, así como os ha enseñado, perseveraréis en él. Y ahora, hijitos, perseverad en él; para que cuando apareciere, tengamos confianza, y no seamos confundidos de él en su venida. Si sabéis que él es justo, sabed también que cualquiera que hace justicia, es nacido de él.” 1 Juan 2:18-29.
El Señor Jesús, enseñando a los suyos en el sermón del monte, explicó cómo conocer a los falsos profetas, y esto, a través de sus frutos, porque sus malas obras en ellos son sabidas, pues también los llamó obradores de maldad: “Y guardaos de los falsos profetas, que vienen á vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, ó higos de los abrojos? Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol maleado lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto, córtase y échase en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. …” San Mateo 7:15-23. Y, posteriormente, constituida la iglesia del Señor, San Pablo apóstol enseñó a los hermanos de Corinto en su primera carta, que, como pueblo redimido, los cristianos tenemos el Espíritu que es de Dios; nos ha dado el Señor la facultad para entender la doctrina del Espíritu, todo lo que corresponde a su reino, las promesas que nos ha dado y la capacidad de examinar todas las cosas espiritualmente (1 Corintios 2:11-16). Y en la segunda carta, les advirtió con amonestación sobre el engaño de los falsos apóstoles, obreros fraudulentos, diciendo: “Porque si el que viene, predicare otro Jesús que el que hemos predicado, ó recibiereis otro espíritu del que habéis recibido, ú otro evangelio del que habéis aceptado, lo sufrierais bien. … Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, trasfigurándose en apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz. Así que, no es mucho si también sus ministros se transfiguran como ministros de justicia; cuyo fin será conforme á sus obras.” 2 Corintios 11:3-4, 13-15. Por esta enseñanza notamos la urgente necesidad, para la Iglesia en este tiempo, de probar los espíritus por la guía e inspiración de Dios.
El apóstol Pedro escribió a la Iglesia el mensaje que advierte acerca de los falsos doctores y su obra impía, describiéndolos más ampliamente en el capítulo dos de su segunda carta, exponiendo que muchos seguirán sus disoluciones, por los cuales el camino de la verdad será blasfemado; y que por avaricia harán mercadería con palabras fingidas. Denunció San Pedro la obra del error y el fin de los que siguen su doctrina, indicando: “PERO hubo también falsos profetas en el pueblo, como habrá entre vosotros falsos doctores, que introducirán encubiertamente herejías de perdición, y negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos perdición acelerada. Y muchos seguirán sus disoluciones, por los cuales el camino de la verdad será blasfemado; Y por avaricia … sobre los cuales la condenación ya de largo tiempo no se tarda, y su perdición no se duerme. … para los cuales está guardada la oscuridad de las tinieblas para siempre …” 2 Pedro 2:1-22. La exhortación cumple el propósito de enseñarles la importancia de prepararse en la vida cristiana, que estén vigilantes en la fe y asegurados en la esperanza del Señor Jesús; además, que tuvieran recto juicio en su espíritu para identificar las doctrinas de error y rechazarlas, y que por nada fueran engañados: “CARÍSIMOS, yo os escribo ahora esta segunda carta, por las cuales ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento; Para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y de nuestro mandamiento, …” y concluye diciendo: “Así que vosotros, oh amados, pues estáis amonestados, guardaos que por el error de los abominables no seáis juntamente extraviados, y caigáis de vuestra firmeza. Mas creced en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.” 2 Pedro 3:1-2 y 17-18. Hermanos, deseo que la gracia de Jesucristo nuestro Señor sea permanente en vuestros corazones. Dios los bendiga.