Quienquiera se esfuerza a entrar

El Señor Jesucristo enseñó acerca del reino de Dios a publicanos, pecadores e incluso a los Fariseos, quienes se allegaban a él para oírle. En el contexto de la escritura de base se hace referencia a los Fariseos, de quienes se puntualiza que se burlaban del Maestro. Por esta razón el Señor Jesús expresó que ellos se justificaban a sí mismos; y siendo ellos los guías del pueblo a la observancia estricta de la ley, el Maestro les declaró que la vigencia de ley y los profetas concluyó con Juan, su precursor. De manera que, al concluir éste su ministerio profético, correspondía a él la predicación del reino de Dios. El vulgo del pueblo y ellos mismos (quienquiera), habrían de esforzarse para entrar en el reino de Dios. 

Las Sagradas Escrituras declaran que el reino de Dios es predicado por el Señor Jesús desde el inicio de su ministerio, en Galilea. El Maestro, en su prédica puntualizó que el tiempo estaba cumplido: “Mas después que Juan fué encarcelado, Jesús vino á Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, Y diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio.” San Marcos 1:14-15. Tal como lo narra el escritor San Marcos, el Señor Jesucristo destacó, en su proclama como exigencia del reino de Dios arrepentimiento y fe en el evangelio. 

El Señor Jesús enseñó de manera clara y precisa el valor de la expresión “quienquiera”; lo hizo cuando utilizó la figura del grano de mostaza y la levadura escondida en la harina. Tal ilustración fue motivo de enojo al príncipe de una sinagoga, quien manifestó públicamente su disgusto porque en un día de sábado el Maestro desató la ligadura de satanás en una mujer. En esa ocasión el Señor Jesús explicó que el reino de Dios es semejante al grano de mostaza, el cual una vez sembrado crece como un árbol grande y las aves de los cielos hacen nidos en sus ramas; asimismo, aludió a la levadura que una mujer escondió en tres medidas de harina, hasta que fue fermentada toda. Continuó su cátedra cuando, al preguntarle uno de los presentes si eran pocos los que se salvaban, respondió enfáticamente: “Porfiad a entrar”, pues que muchos procurarán entrar y no podrán.” San Lucas 13:24, advirtiéndoles además que al verse excluidos del reino y contemplar a los Patriarcas y los profetas en el reino de Dios, tendrían llanto y también crujir de dientes. Finalmente, él afirmó: “Y vendrán del Oriente y del Occidente, del Norte y del Mediodía y se sentarán a la mesa en el reino de Dios (San Lucas 13:10-29). 

El requisito de esforzarse para ingresar al reino de Dios es aplicable a cualquiera (quienquiera) que recibe el llamado de Dios por la predicación del evangelio, pues a este sólo acceden quienes viven haciendo su voluntad. Profetizar, lanzar fuera demonios o hacer muchos milagros, no es requisito cumplido para entrar en él (San Mateo 7:21-23). Los publicanos y las rameras, una vez arrepentidos, obedecieron para creer (San Mateo 21:31-32). Los príncipes, los nobles y ricos e incluso los sacerdotes, recibiendo el llamado de Dios se esforzaron y, despojándose de toda gloria humana, creyeron y entraron al reino de Dios (San Marcos 15:43; San Lucas 23:51 y San Juan 7:50; Hechos 6:7). 

“Esforzarse para ingresar en el reino de Dios” lo ejemplifica y enfatiza el Señor Jesús al afirmar que el reino de los cielos lo arrebatan los valientes: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, al reino de los cielos se hace fuerza, y los valientes lo arrebatan.” San Mateo 11:12. 

El Testigo de la Fe Apostólica Enero 2021