Salmo 63:8
David, autor de este salmo, encontrándose en el desierto de Judá expresó las palabras que hoy forman la base de esta enseñanza. En ella, asevera que el poder del Señor lo mantenía hasta ese momento de pie: “lo sostenía.”
La vida piadosa de David se mantuvo así sin importar el lugar donde él se encontraba, pues aún en el desierto realizaba las actividades cotidianas en cuanto al trato con Dios; lo buscaba de mañana con reconocimiento de adoración; la sed que había en su alma lo hacía inquirir acerca del lugar donde pudiera sacarla, de manera incesante, y lo logra. Su actuación en ese lugar no era distinta a como lo hacía en el santuario, veía la gloria de su Señor. Levantando sus manos al cielo bendecía el nombre de Jehová, con júbilo cantaba a la roca de los siglos. Y no solo lo hacía de mañana, también cuando estaba en su lecho, y en las velas de la noche, tenía muy presente el socorro que de Jehová siempre recibió, ahora en gratitud y reconocimiento, se regocijaba en la sombra de sus alas. Salmo 63:1-7
La relación que David mantuvo con su Dios le permitió estar siempre seguro confiando en las promesas de Dios, conservándo su buen ánimo en el servicio a su creador: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que tengo de ver la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes.” Salmo 27:13. Dudar de la intervención de Dios en nuestra vida, vacilar en el servicio al Señor, sería poner en riesgo nuestra propia salvación; sería una completa derrota, desmayaríamos. Bien dijera en lo escrito en el Salmo 124, al traer a la memoria a Israel en la experiencia que vivieron en Dios: “A NO haber estado Jehová por nosotros, Diga ahora Israel; A no haber estado Jehová por nosotros, Cuando se levantaron contra nosotros los hombres, Vivos nos habrían entonces tragado, Cuando se encendió su furor en nosotros. Entonces nos habrían inundado las aguas; Sobre nuestra alma hubiera pasado el torrente: Hubieran entonces pasado sobre nuestra alma las aguas soberbias. Bendito Jehová, Que no nos dió por presa á sus dientes”. Salmo 124:1-6. El autor de este Salmo reconoce que es Dios quien los libró y los sostuvo con su mano, no fue su inteligencia ni su valentía sino Dios que los socorrió para no caer ante el enemigo.
Moisés, Caudillo del pueblo Hebreo, tuvo el privilegio de mirar el inmenso Poder de Dios en diversos momentos, aun cuando las cosas parecieran ilógicas, el que solo hace maravillas se manifestó a él y a su pueblo en múltiples ocasiones. Una de ellas, al cruzar el mar rojo; fue un evento sinigual, fueron testigos de lo que es capaz de hacer el Dios a quien servían. Las inmensas aguas se separaron ante ellos siendo como muros a diestra y siniestra; caminaron por tierra seca obteniendo la salvación ¡Quién puede hacer esto! sólo Dios. En su cántico expresan: “Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada en fortaleza; Tu diestra, oh Jehová, ha quebrantado al enemigo. Y con la grandeza de tu poder has trastornado á los que se levantaron contra ti: Enviaste tu furor; los tragó como á hojarasca. Con el soplo de tus narices se amontonaron las aguas; Paráronse las corrientes como en un montón; Los abismos se cuajaron en medio de la mar. El enemigo dijo: Perseguiré, prenderé, repartiré despojos; Mi alma se henchirá de ellos; Sacaré mi espada, destruirlos ha mi mano. Soplaste con tu viento, cubriólos la mar: Hundiéronse como plomo en las impetuosas aguas. ¿Quién como tú, Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en loores, hacedor de maravillas? Extendiste tu diestra; La tierra los tragó.” Éxodo 15:6-12. Hay mucha razón para reconocer que la Diestra de Dios ha sostenido su pueblo.
Asaph reconoce la bondad de Jehová; es una verdad que Dios es bueno para con su pueblo, con los que le sirven de limpio corazón. En su experiencia expresa que casi se deslizaron sus pies porque tuvo envidia de los insensatos y de la prosperidad de los impíos; ellos no estaban en el trabajo humano ni eran castigados y sin embargo estaban fuertes acumulando riquezas; esto lo llevó a decir que su entrega para agradar a Dios y todo lo hecho en el camino, era en vano. No entendía esto pero a pesar de ello siempre estuvo con Dios y por lo mismo la misericordia del Señor lo favoreció; un día, en el santuario le hizo entender: “CIERTAMENTE bueno es Dios á Israel, á los limpios de corazón. Mas yo, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los insensatos, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no hay ataduras para su muerte; antes su fortaleza está entera. No están ellos en el trabajo humano; ni son azotados con los otros hombres. Por tanto soberbia los corona: cúbrense de vestido de violencia. … He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia; Pues he sido azotado todo el día, y empezaba mi castigo por las mañanas. …Mas yo era ignorante, y no entendía: era como una bestia acerca de ti. Con todo, yo siempre estuve contigo: trabaste de mi mano derecha. Hasme guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria.” Salmo 73:1-24. Así ha obrado el Señor Jehová a favor de los suyos.
Lo antes visto, en donde vemos claramente la intervención de Dios a favor de los suyos, nos sirve de base a los que por gracia de Dios formamos ahora la Iglesia de Jesucristo de Nazaret. Sabemos que, así como intervino el Señor con ellos conservando sus vidas y dejando en claro que solo Él, puede sostener a sus hijos, también lo hará con su Iglesia; esta permanecerá hasta que venga por ella: “Y yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano.” San Juan 10:28. De tal manera que, como los antiguos reconocieron que la Diestra de Dios los había sostenido, será también una experiencia nuestra. Dios bendiga